722, La Batalla de Covadonga y los inicios de la Reconquista

En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo. Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes llamaban Córdoba a todo el califato). Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga de 722.

Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista. La interpretación es discutida: mientras que en las crónicas cristianas aparece como «una gran victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios», los cronistas árabes describen un enfrentamiento con un reducido grupo de cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al considerarlos inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana sobre un pequeño contingente de exploración. La realidad es que esta victoria de Covadonga, por pequeñas que fueran las fuerzas contendientes, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios.

Covadonga

Existen dos etimologías propuestas, para el topónimo Covadonga, una que le hace derivar del céltico y otra del latín. De acuerdo al origen celta, Covadonga viene de Cova d’onnica, con el significado de «la fuente de la cueva»; con el derivado *onnika «fuente», del céltico *onna «río», que se puede encontrar en hidrónimos como Güeña y Oña (< *onna), Isongu (< *Isonniko) «fuente del río Is», Trioungu (< *Trionniko) «tres fuentes», Candongu (< *Kandonniko) «fuente clara», etc. En cuanto a la segunda propuesta, la de su origen en la lengua latina, significaría «Cueva de la Señora» (< Cova Dominica), haciendo alusión al lugar consagrado a la Virgen de Covadonga; sin embargo, de acuerdo a la evolución de la lengua asturiana, la evolución de Cova Dominica, habría dado el resultado de *Covadominga.

El elemento central del Santuario es la Santa Cueva, donde se encuentra la Capilla-Sagrario con la imagen de la Virgen de Covadonga y la tumba de Don Pelayo. Según la tradición, en este lugar se habrían refugiado don Pelayo y sus hombres durante la Batalla de Covadonga.

Reyes enterrados en Covadonga

En la Santa Cueva se hallan los sepulcros de los reyes de Asturias:

  • Don Pelayo
  • Alfonso I, el Católico.

La Batalla de Covadonga

La batalla de Covadonga tuvo lugar en 722 en Covadonga (España), un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército astur de Don Pelayo y tropas de Al-Ándalus, que resultaron derrotadas.Esta acción bélica se considera como el arranque de la Reconquista.

Gobernaba el norte peninsular desde Gijón un bereber llamado Munuza, cuya autoridad fue desafiada por los dirigentes astures que, reunidos en Cangas de Onís en 718 encabezados por Pelayo, decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y el yizia. Tras algunas acciones de castigo a cargo de tropas árabes locales, Munuza solicitó la intervención de refuerzos desde Córdoba. Aunque se restó importancia a lo que estaba sucediendo en el extremo ibérico, el valí Ambasa envió al mando de Al Qama un cuerpo expedicionario sarraceno que probablemente en ningún caso alcanzaría la cifra de 180 000 hombres dada por las crónicas cristianas.

En cuanto a las fuerzas de Pelayo, la historiografía reciente las cuantifica en poco más de 300 combatientes. Con ellas esperó a los musulmanes en un lugar estratégico, como el angosto valle de Cangas de los Picos de Europa cuyo fondo cierra el monte Auseva, donde un atacante ordenado no dispone de espacio para maniobrar y pierde la eficacia que el número y la organización podrían otorgarle. El enfrentamiento se produjo en la cueva de Covadonga, en el 722, y se saldó con la completa derrota de los sarracenas. Se desconocen las dimensiones exactas del ejército de Pelayo (aunque las crónicas hablan de 300 hombres ) o el de Al Qama, aunque los recientes descubrimientos arqueológicos hacen pensar que las fuerzas cristianas de la región eran de varios miles y que la rebelión de Pelayo y, consecuentemente, las tropas musulmanas de Al Qama eran de una entidad tal que no cabría calificar al enfrentamiento de escaramuza. La cuestión es que las tropas sarracenas fueron diezmadas, obligando a Munuza a escapar de Gijón, donde se hallaba en ese momento. No logró huir el gobernador musulmán dado que él y sus tropas encontraron la muerte. Al Qama halló la muerte en este lance, mientras que sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera debido a un desprendimiento de tierras, probablemente provocado, cerca de Cosgaya en Cantabria.

La batalla de Covadonga supuso la primera victoria de un contingente rebelde contra las fuerzas musulmanas y permitió que el reino no volviese a ser atacado. Tuvo una amplia difusión en la historiografía posterior como detonante del establecimiento de una insurrección organizada que desembocaría en la fundación, en principio, del reino independiente de Asturias, y de otros reinos cristianos que culminaría con la formación del Reino de España.

Un viejo dicho asturiano dice «Asturias es España y lo demás tierra conquistada».

Visión musulmana de la batalla

Según la recopilación del cronista Al Maqqari (Tremecén, 1578 – El Cairo, 1632)

Dice Isa Ibn Ahmand al-Raqi que en tiempos de Anbasa Ibn Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Desde entonces empezaron los cristianos en al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islámicos, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta que llegara Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?». En el año 133 murió Pelayo y reinó su hijo Fábila. El reino de Belay duró diecinueve años, y el de su hijo, dos.

Crónica de Al-Maqqari

Visión cristiana de la batalla

Según las crónicas de Alfonso III. Crónica de Albelda datada en el 881:
Al Qama entró en Asturias con 187.000 hombres. Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y que el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva. El obispo Oppas subió a un montículo situado frente a la cueva y habló así a Pelayo: «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?». El interpelado se asomó a una ventana y respondió: «Aquí estoy». El obispo dijo entonces: «Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos». Pelayo respondió entonces: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo contestó: «Verdaderamente, así está escrito». […] Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos […]. Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Dios no le hacen falta lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los caldeos emprendieron la fuga…